La desamortización de Madoz.
El pronunciamiento del general O’Donnell en julio de 1.854 puso fin al gobierno del partido conservador que había paralizado la desamortización de Mendizábal. El nuevo ministro de Hacienda, Pascual Madoz, retomó el proyecto en el mayo de 1.855 y le dio mayor alcance.
O’Donnell |
Durante el bienio progresista, el ministro de Hacienda Pascual Madoz realiza una nueva desamortización (1855) que fue ejecutada con mayor control que la de Mendizábal.
El jueves 3 de mayo de 1855 se publicaba en La Gaceta de Madrid y el 31 la Instrucción para realizarla.
El Estado puso las propiedades a la venta en pública subasta, proceso que duró hasta 1.895, si bien la Ley de Madoz no fue derogada hasta 1.924, cuando se aprobó el Estatuto Municipal de Calvo Sotelo.
En mayo de 1855, el ministro de Hacienda, Pascual Madoz, también progresista y amigo de Mendizábal, publicó su Ley de Desamortización General. Se llamaba general porque se ponían a la venta todos los bienes de propiedad colectiva:
Los de los eclesiásticos que no habían sido vendidos en la etapa anterior.
Los de los pueblos.
Fue la que alcanzó un mayor volumen de ventas y tuvo una importancia superior a todas las anteriores, sin embargo los historiadores se han ocupado tradicionalmente mucho más de la de Mendizábal. Su importancia reside en su duración, el gran volumen de bienes movilizados y las grandes repercusiones que tuvo en la sociedad española.
Madoz |
Se declaraban en venta todas las propiedades del Estado, del clero, de las Órdenes Militares, cofradías, obras pías, santuarios, del ex infante Don Carlos, de los propios y los comunes de los pueblos, de la beneficencia y de la instrucción pública, con las excepciones de las Escuelas Pías y los hospitalarios de San Juan de Dios, dedicados a la enseñanza y atención médica respectivamente puesto que reducían el gasto del Estado en estos ámbitos. Igualmente se permitía la desamortización de los censos pertenecientes a las mismas organizaciones.
De esta manera, el 1º de mayo de 1855 (por aquella época los primeros de mayo no eran festivos), el ministro de Hacienda de la época, Pascual Madoz, presentaba a las Cortes un proyecto de Ley de Desamortización que declaraba enajenables, entre otros, “todos los predios rústicos y urbanos, censos y foros pertenecientes al Estado, y (…) a los propios y comunes de los pueblos”.
A partir de ese momento cualquier finca reclamada por un comprador debía ser sacada a pública subasta
Parece que los bienes de los pueblos más vendidos eran aquellos a los cuales se les podía sacar una mayor rentabilidad económica como molinos, quiñones de cultivo, o incluso puertos de merinas.
Las desamortizaciones comportaron un cambio de propiedad, ya que el 40% de la tierra cambió de manos, pero los compradores fueron sobre todo aristócratas terratenientes, que aún engrosaron más su patrimonio, o comerciantes e industriales, que veían en la tierra un signo de prestigio y de estabilidad económica.
Se reforzó, por tanto, la estructura oligárquica de propiedad de la tierra, provocando un fuerte descontento campesino, ya que no pudieron acceder a la propiedad, y perdieron derechos de arrendamiento y de uso de los bienes comunales.
En el sur de la Península se produjo una proletarización del campesinado, ya que en 1860 la mitad de los asalariados eran jornaleros del campo.
Aunque se logró una ampliación importante de la superficie cultivada y en algunos lugares se introdujeron los abonos, lo que repercutió en un aumento de la productividad, una buena parte de los propietarios continuaron viviendo de las rentas, sin introducir ninguna mejora en sus explotaciones.
En cuanto a la liberación de excedentes para la industria, parece bastante claro que no fue así, más al contrario, buena parte de los capitales que podrían haberse invertido en este sector fueron dedicados a la compra de tierras en las subastas, dando lugar al llamado capitalismo agrario.
Mapa de la desamortización de Madoz |
Sí se cumplieron los objetivos políticos de implantar el sistema liberal, pero a cambio se convirtió a la iglesia en su enemiga acérrima, lo que contribuyó a acentuar el enfrentamiento entre clericalismo y anticlericalismo a lo largo del siglo XIX y buena parte del XX.
En el campo urbanístico y cultural las consecuencias fueron claras: muchas construcciones religiosas urbanas pasaron a convertirse en edificios públicos o en solares. La desaparición de conventos supuso en muchos casos la destrucción de edificios históricos y la dispersión y pérdida de su patrimonio mueble (cuadros, esculturas, muebles, custodias…), sólo en parte recogidos por museos y archivos.
Bibliografía.-
Cuadernos historia 16 (1985) .- La Desamortización. F. Tomás y Valiente, J. Donézar, G.Rueda y J. M. Moro.
Rafael Sánchez Mantero. Historia de España. La España de Isabel II. (1999) Editorial Espasa Calpe.
Clavero, B. y otros. Estudios sobre la revolución burguesa en España. Madrid Siglo XXI (1979)
E. Malefakís. Reforma agraria y revolución campesina en la España del siglo xx (1970)
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